Responsable HSE: Razones para automatizar la gestión de riesgo

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Muchas de las personas que encarnan la figura del responsable HSE (Healthy, Safety and Environmental) y del responsable TI tienen el sentimiento de que sus propias compañías están mal preparadas para pelear con los nuevos riesgos asociados con la digitalización. Es fundamental que el responsable HSE y el responsable de Tecnología de la Información adapten su enfoque de gestión de riesgos a la era actual, la era digital.

No es posible llegar a conocer todos los detalles del tiempo y el modo en que un riesgo desconocido se hará real o cuál será el impacto. No obstante, se pueden prever algunos factores que conducen a una serie nueva de riesgos. Los proyectos de índole digital conectan cada vez más elementos. Esta línea incorpora complejidad, incrementa la fragilidad y los puntos de fallo potenciales. La complejidad favorece la medida en que alrededor de 5,5 millones de cosas nuevas son conectadas a Internet diariamente.

La mayor parte de los conocidos como responsable HSE y responsable TI, están familiarizados con la gestión de riesgos tradicionales. En estos casos los riesgos son lineales, cuentan con una distribución normal y deben invertir al mismo tiempo en la gestión tradicional del riesgo a la vez que aprenden a adaptarse a la era digital.La rapidez es un aspecto de vital importancia. Cuando la complejidad no puede ser reducida de ninguna manera posible, la rapidez es uno de los mejores aliados ante los riesgos desconocidos. A través del uso de la elasticidad de la nube para desarrollar capacidad de reserva, de manera que las nuevas iniciativas no se conviertan en cargas. Transformar la seguridad y protección digital requiere de un enfoque especializado y medido.

Digitalización de la gestión del riesgo

Anteriormente, el negocio en sí solía depender de la tecnología. En la era actual, la tecnología es el negocio, y la experiencia de TI es la del cliente. La manera de avanzar y alcanzar una ventaja es tratar de dominar los cambios digitales. Es decir, trabajar para proporcionar al cliente nuevas experiencias, optimizar las ya incluidas y acelerar los nuevos productos y servicios.Las compañías relacionadas con el sector de la industria deben enfrentarse a retos desconocidos hasta hace poco tiempo. Una de las principales razones que genera estos retos es la tecnología. Esta obliga a las empresas actuales a iniciar un proceso de modernización de carácter general. Muchas organizaciones entienden esto como una gran amenaza, cuando por el contrario debe ser percibido como una oportunidad.

Algunas de las competencias donde el responsable HSE debe crear valor y así reducir el riesgo son la gestión y el control de documentos, la evaluación del riesgo puro y el residual, la programación de diferentes tareas de control, tanto de carácter preventivo como reactivo, o el monitoreo del desempeño en seguridad y salud.Por el contrario, aun incorporando las ventajas que proporciona la era digital, podemos encontrar una singularidad en la gestión del riesgo que debe ser conocida por el responsable HSE. Se trata de la lentitud, la ineficiencia o la perdida de datos debido a los numerosos procesos manuales que incrementan la carga funcional de los responsables del control. Estos pueden ser eliminados prácticamente gracias a la introducción de la tecnología.La integración de procesos productivos, evaluaciones y el resto de documentación acerca de los riesgos de las diferentes actividades llevadas a cabo en la organización, la planificación de controles preventivos en terreno, el monitoreo de la gestión y la toma de decisiones de mejora continua son cuestiones de la gestión del riesgo que requieren de la tecnología para una eficiente ejecución.

POR QUÉ NUNCA ACABAS LO QUE EMPIEZAS Y CÓMO SOLUCIONARLO

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¿Te consideras una persona con poca voluntad, que posterga las cosas y nunca acaba lo que empieza?

Mucha gente me comenta que no son perseverantes, que no acaban lo que empiezan, que lo postergan todo o que no tienen voluntad. Y hace poco vi un vídeo de una de mis mentoras, Marie Forleo, que es perfecto para esta situación y te lo resumo aquí junto con mi opinión y experiencia personal.

Terminar las cosas es simple y llanamente un hábito, una costumbre. Es como lavarse los dientes. Si no te los lavas nunca te da una pereza terrible, ¿verdad? Pero si te acostumbras a hacerlo, te pasa lo contrario, te los tienes que lavar ¡o sufres! Y de hecho no tienes ni que pensarlo. Pues esto es lo mismo, si no acabas lo que empiezas es simplemente porque no estás acostumbrado y es cuestión de crear ese hábito.

¿Cómo creas el hábito? Aquí es donde Marie Forleo recomienda cuatro cosas:

  1. Deja de pensar que tienes que disfrutar del proceso en todo momento.

Este consejo es magnífico. Como ya comenté en un artículo anterior, parece que cuando haces algo que te gusta tienes que estar disfrutando todo el tiempo y si no, es que algo va mal y ¡no es así!

Incluso aunque disfrutes la mayor parte del tiempo (que puede no ser el caso tampoco), hacer cosas es difícil y duro. Por ejemplo, por mucho que te guste escribir, escribir un libro es muy duro; o preparar una comida para 25 personas si eres chef, o escribir un blog y ser constante, u organizar una exposición de fotos. Siempre hay partes duras y partes que te gustan menos (o nada). Todo cuesta y no todo es siempre diversión, hay que ser consciente de eso.

Apúntate esto, la diferencia entre un aficionado y un profesional es que el profesional acaba las cosas cueste lo que cueste.

Así que tenlo en cuenta porque estamos hablando de tu profesión, tu eres un profesional y los profesionales de éxito acaban lo que empiezan, aunque sea duro. Eso sí, para diferenciar esto del autosabotaje de obligarte acabar las cosas, lee este artículo, porque no es lo mismo acabar lo que es importante, que perder el tiempo porque no eres capaz de dejar algo inacabado

  1. Empieza por las cosas pequeñas.

¿Cómo te las arreglas con las pequeñas tareas del día a día? Por ejemplo, leer y responder emails, publicar en las redes sociales (si lo haces), contestar a clientes, etc. ¿Acabas lo que empiezas o tienes un batiburrillo de cosas a medias? Es decir, ¿tu problema de no acabar lo que empiezas se extiende también a las pequeñas actividades del día a día? Esto es muy importante porque los grandes proyectos están formados por pequeñas tareas y si no eres capaz de acabar pequeñas cosas tampoco lo harás con las grandes. Hay un dicho inglés perfecto para esto: “The way you do anything is the way you do everything” (algo así como “como haces una cosa es como lo haces todo”)

Así que a partir de ahora cuando estés contestando un email, por ejemplo, no pases a otro y lo dejes a medias. Empieza y acaba uno a uno. O si te pones a pagar facturas, no dejes algunas para luego, acaba lo que empieces. Una vez que empieces a controlar las pequeñas cosas, las grandes se cuidarán ellas solas, ya lo verás.

  1. Que no sea opcional.

La cosa está clara, cuando no te queda más opción que hacer algo, lo haces. Te cueste más o menos, te guste más o menos. Si mañana tienes que entregar un informe si no te echan, mañana lo tienes listo, da igual lo largo que sea. Si tienes que renovar el pasaporte este mes, lo renuevas. Cuando no te queda otra acabas las cosas. Y aquí es donde Marie añade algo especialmente interesante (en mi opinión): la razón por la que no acabamos las cosas es porque nos damos opciones para no hacerlo, porque valoramos más las promesas que hacemos a los demás que las que nos hacemos a nosotros mismas. Como dice ella: “Si quieres ser responsable, mantén las promesas que le haces a los demás. Si quieres tener éxito mantén las promesas que te haces a ti mismo.

Una última recomendación, el régimen o dieta de proyectos. Si eres una persona activa o emprendedora seguro que enseguida te apuntas a todo proyecto que te parezca interesante, pero si luego no acabas ni la mitad estás perdiendo tiempo y energía. Así que, a partir de ahora, como le decía a una clienta hace poco, a subirse al tren del no o, como dice Marie en su vídeo, a hacer dieta de proyectos. Escoge uno y hasta que no lo acabes no tomes otro. Nada de llenarte el plato con mil cosas para, al final, no acabar ninguna…

Acostúmbrate a acabar una cosa antes de empezar otra y adelantarás más. Y ya sé lo que estás pensando: “Sí, claro, tú no tienes ni idea de la cantidad de cosas que tengo que hacer para ayer, imposible hacer solo una”. Error. Si sigues haciéndolo todo a la vez no acabarás nada. Escoge una, las más importante en este momento, acábala y empieza otra. Pruébalo, no pierdes nada y puede que te cambie la forma de hacer las cosas.

 

Así que dime, ¿cuál de estas cuatro estrategias te parece más interesante o te vas a animar a probar?

5 Signs You Work In A Toxic Workplace

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We’ve all had trouble at work — dull assignments, irritable bosses, gossipy coworkers, a vending machine that only ever has «prawn-flavored» potato chips in it — but sometimes, all the small factors that make a day at the office a drag can come together, creating something far worse: a toxic workplace.

A toxic workplace is a work situation that feels psychologically unbearable — not because of the actual work that you do, but because the emotional dynamics of the place are so deeply dysfunctional. In a toxic workplace, workers might be bullied by toxic bosses or coworkers, policies might be totally unclear, hard work might go unrecognized, and you might leave every single day with a tension headache and a burning desire to update your LinkedIn profile.

Toxic workplaces can’t always be fixed; while sometimes new management can turn things around, workers typically don’t have the power to initiate that kind of change. So, if you discover yourself in a toxic workplace, your only option may be to try to help yourself get through each day until you can find a new job.

But the first step to freeing yourself from a bad work situation is understanding that you’re in one — not always an easy task. So use the five points below as a guide to help figure out if your workplace is toxic. And if it sounds like your own office… well, now might be a great time to freshen up your resume. You can put «tolerance for prawn-flavored chips» under «Special Skills,» right?

  1. YOUR BOSS IS A BULLY

Bosses don’t always create a toxic workplace by themselves — but if you see a toxic workplace, a bad boss with poor boundaries, weak communication skills, or inappropriate ways of expressing anger and disappointment is usually nearby.

And the high cost of working under a mean, power-tripping boss doesn’t end when you clock out at the end of the day: A 2012 study that found that women who experienced extreme work stress had a 38 percent higher chance of developing cardiovascular disease.

What It Might Look Like: Christine Porath, an associate professor at Georgetown University who studies the physical and psychological impact of negative behavior at work, told The New York Times that a bullying, demeaning boss will often engage in behaviors like «walking away from a conversation because they lose interest … openly mocking people by pointing out their flaws or personality quirks in front of others; reminding their subordinates of their ‘role’ in the organization and ‘title’; taking credit for wins, but pointing the finger at others when problems arise.»

How You Can Help Yourself: Tuning out your boss is pretty difficult since, you know, listening to them is basically your job. But you can set emotional boundaries — like reminding yourself that the things your boss says to you are not a reflection of you or your work, but rather a reflection of their own ego and self-esteem issues. As Porath noted in a piece for The Harvard Business Review, «Incivility … is often prompted by thoughtlessness rather than actual malice.» So remember, it’s not that your boss is being mean because they personally loathe you, or that you have some internal defect so horrible that you deserve to be treated this way. Your boss is just a jerk.

 

Also, you might want to watch Office Space a few hundred times. It really takes the edge off.

  1. NO ONE COMMUNICATES CLEARLY

Communication skills are what allow us to diffuse a fight with our partners or friends, have enjoyable sex, and make sure that we don’t accidentally get on a plane to Melbourne when we were actually just trying to get to Baltimore. They’re also what allow us to get anything done at work. Solid workplace communication — particularly from our bosses — helps us understand what is expected of us, if we’re hitting those expectations, and if there is cake left over in the fridge from Maureen’s birthday party last week. So when the lines of communication are tangled or nonexistent, it’s a pretty clear sign of a toxic workplace.

What It Might Look Like: As Dr. Paul White, a psychologist who specializes in helping people move on from toxic workplaces, wrote on Fast Company, workplace communication problems can include «lack of communication … indirect communication, withholding information [and] giving misleading information.» If your workday is full of your bosses blowing off your questions or coworkers swearing that you «accidentally» got left off a group email for the ninth consecutive time, then you may be looking at a toxic workplace.

How You Can Help Yourself: You can’t force anyone to be direct with you, unfortunately. All you may be able to do is commit to engaging in clear communication yourself and hold on to all pieces of written communication. As Alan Henry of Lifehacker suggests, «Embrace tools like Evernote to keep all of your various documents and projects organized neatly, and treat your inbox like a filing cabinet—there should be folders and labels for everything you work on, or even for every person you interact with. That way anytime anyone tries to go back on their word, you can drag out an email or document where they said otherwise.»

  1. NO ONE WANTS TO TAKE RESPONSIBILITY

In an ideal world, none of us would ever have to take responsibility for something going wrong at work (or anywhere else). In this same ideal world, we’d all have the power of flight and movie theater popcorn would be the nutritional equivalent of a pound of kale. Unfortunately, in our world, taking responsibility is one of the building blocks of maturity and an ethical life, so passing the buck is generally a pretty weak and unsatisfying way to live — and it’s a terrible way to run a workplace.

What It Might Look Like: Problems are always blamed on someone outside («That vendor is always screwing up!») or inside the company («That Steve on the third floor is always screwing up!»). More attention is given to placing blame than actually fixing problems. Even if you don’t see the blaming in action, you might be able to tell that it’s going on because no work ever seems to get done. As career expert Stacia Pearce told Daily Worth, «When there is no accountability, order is lost and productivity is stifled.»

How You Can Help Yourself: Again, drawing emotional boundaries is a great technique. Find ways to remind yourself that blame that seems to randomly come your way isn’t about your actual performance, but about your unhealthy workplace.

You can do whatever works for you — develop a positive mantra you repeat to yourself, hang up quotes that help you stay centered, or have a non-work friend agree to «reality check» you every so often and remind you that you’re a competent person stuck in a bad job, not the eternally-screwing-up idiot that some of your coworkers seem to believe you to be.

  1. YOUR WORK IS UNDERVALUED

Do the promotions at your workplace seem to have no real connection to who’s actually getting things done? Is your work belittled by your bosses? Have you taken on the workloads of several other workers, but your hard work hasn’t been acknowledged — in fact, you only get feedback when you’re doing something wrong? Undervaluing your employees’ work is kind of the perfect storm of the toxic workplace — it joins together narcissistic bosses and poor communication into a single, soul-crushing super problem. If you feel like you’re busting your hump and no one seems to notice nor care, call poison control, because your office is toxic and should not be handled by children under the age of 12.

What It Might Look Like: Undervaluing employees’ work can manifest in a million different ways — from bosses not acknowledging the fact that you regularly burn the midnight oil to get complex projects in on time, to bosses actively taking credit for your work. You might also notice that your ideas are not being fairly considered by your managers, and your advancement at work does not seem commensurate with the amount of work that you’re putting in.

How You Can Help Yourself: If your boss is ignoring your hard work, you will probably just want to rely on your support system to remind you that you’re doing good work while you look for a new job. As Amy Rees Anderson wrote of handling the emotional impact of toxic workplaces on Forbes.com, «Find ways to remind yourself of who you truly are. … Another important coping step is to realize that you cannot control what other people say and do, you can only control your own actions and reactions.»

  1. YOUR COWORKERS ARE INSANELY CLIQUEY

Having work friends is one of the things that makes getting through the work day possible (or, at the very least, more pleasurable). And it’s likely that not everyone you work with will all love each other — so don’t freak out if your office has a few distinct circles of friends. Don’t even freak out if your office has some really obvious groups of tight-knit friends — you might be able to get to know them one-on-one, and eventually find their group less intimidating.

But if your open plan office feels like the cafeteria from Mean Girls — complete with cliques who don’t care to be civil with one another, even when they’re working on projects together — you’ve got something more insidious going on than just friendship. You’ve got some work cliques that are ready to make going to work feel like the only thing worse than going to work: going to high school.

What It Might Look Like: Certain groups of people interact only with each other — and seem actively hostile to others. This can take the form of frequent «closed door» meetings between clique members, rumor-spreading and gossip mongering, and a lack of interest in working on projects with anyone but other members of their clique.

How You Can Help Yourself: Getting access to an exclusive work clique can provide similar thrills to getting access to an exclusive high school clique. But even though gossiping might feel like a relief from the depressing tedium of working in a toxic office, getting involved with a clique that spreads rumors, acts disrespectfully to others, or just exhibits overall bad behavior will end up biting you in the ass in the end. You may alienate other coworkers, find that the clique eventually decides to turn its back on you, or just realize that it is kind of emotionally unfulfilling to act like a high schooler when you’re old enough to rent a car.

The best thing you can do for yourself in a cliquey office is maintain as courteous and professional a relationship as possible with the clique, but pass on their offers to go get a tray of jalapeno poppers and talk trash after work — instead, use that time to set up networking meetings, brush up your resume, and do anything else you can to get the hell outta Dodge.

 

Tarjetas personales: 5 errores al elegirlas

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Las tarjetas personales no son imprescindibles como antes, gracias a las redes sociales, pero siguen en uso y deben ser planificadas como cualquier otra pieza de comunicación.

Entonces, tomando en cuenta lo anterior, ¿Qué debemos tener en cuenta para evitar los errores más comunes al diseñar y encargar tarjetas personales?

En la actualidad, las búsquedas de información online, reforzadas por la presencia en redes sociales profesionales como LinkedIn, han sustituido gran parte de la función original de las tarjetas personales. Sin embargo, siguen vigentes y son una herramienta más de marketing a la que hay que prestar atención para evitar los errores más comunes.

  • ERROR #1. Mandar a imprimir de urgencia. Mañana hay una reunión o feria comercial, o la presentación de la empresa y alguien recuerda que faltan tarjetas. Se decide imprimir, sin planificar ni verificar demasiado. ¡Es urgente! Así aparecen tarjetas en la que falta el teléfono, el nombre del nuevo empleado está equivocado o a la dirección web le sobra una letra. Además de errores de contenido, cuando se trabaja contra reloj, se suele descuidar el diseño. Puede aparecer un logotipo viejo o de baja resolución, o colores diferentes a los del resto del material de presentación. Esto transmite una imagen desprolija y desarticulada.
  • ERROR #2. Saltear a un diseñador. Más allá de la urgencia, la idea de que la tarjeta de presentación es algo simple puede llevar a diseños amateur. El trabajo profesional es necesario para que la pieza transmita seriedad, sea legible y comunique con claridad, tanto la información de contacto como el posicionamiento de la empresa. Las tarjetas deben ser diseñadas en conjunto con el resto de las piezas de comunicación institucional, incluyendo carpetas, folletos, sitio web y otros elementos.
  • ERROR #3. No tener en cuenta los costos de producción. Las opciones van desde un simple rectángulo de cartulina de 9 por 5 cm, impreso en negro de un solo lado, hasta verdaderas piezas publicitarias con fotos, logos en relieve, fondos de colores, impresión a doble faz, troqueles, plegados y plastificados, entre otros recursos. ¿La diferencia? El costo puede multiplicarse por diez, y no necesariamente su impacto. Encuentra un balance entre creatividad y dinero.
  • ERROR #4. No considerar los costos de reimpresión. Más allá de los costos iniciales de diseño e impresión, es imprescindible tener en cuenta qué ocurrirá cuando se necesite reimprimir, por lo general una cantidad baja. Con los cambios de personas, cargos, oficina, teléfono, direcciones de mail y otros datos es posible, si no se anticipa esta situación, que muchas tarjetas terminen en la basura. Una manera de sortear este problema podría ser teniendo un diseño de base con el logo o imagen de la empresa, impreso en grandes cantidades, para que luego puedan sobreimprimirse los nombres o datos específicos.
  • ERROR #5. Seguir teniendo tarjetas por arrastre de hace años. Considera los usos actuales que puedes dar a las tarjetas personales, que ya no son los mismos que hace una década. Decide quiénes dentro del equipo, es necesario que las posean y a quiénes van a entregarlas, para no imprimir de más. Evalúa incluso si es necesario tener tarjetas para el desarrollo de tu actividad. La información digital está sustituyendo en gran parte los usos tradicionales de presentación y relacionamiento, y ya no son el símbolo de status que un profesional o empresario debía tener sí o sí.

7 LADRONES DE TIEMPO QUE NO CONSIDERAMOS COMO TALES

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Cuando se habla de ladrones de tiempo, solemos hacerlo sobre herramientas: el teléfono, el email, las reuniones, el móvil, etc. No obstante, existen algunos ladrones de tiempo que mucha gente no considera como tales pero que pueden ser incluso más “letales” que los anteriores.

Mi top de estos ladrones de tiempo sería:

  1. Falta de perspectiva.

La ausencia de tiempo para pensar suele conllevar la ausencia de perspectiva y, en consecuencia, la ausencia de criterio para elegir las tareas que más nos aportan personal y profesionalmente. Por supuesto, no hay metas ni visión alguna de hacia dónde vamos. De esta manera, nos convertimos en seres reactivos, plegados a las urgencias propias y, en muchas ocasiones, a las de los otros. Un peligro adicional de este ladrón de tiempo es que no es fácil de detectar, incluso desde fuera, ya que ciertas personas, permanentemente ocupadas, pueden dar el pego hasta que te das cuenta de que prácticamente nada de lo que hacen, por muy liados que les veas, tiene una utilidad real o, al menos, lo que hacen, es ampliamente mejorable.

  1. Falta de disciplina.

La falta de disciplina nos sale demasiado cara a nivel de productividad personal. Voy a citar tres aspectos en los que un poco de disciplina nos evitaría perder mucho tiempo:

  • Falta de puntualidad.

Sobre todo, cuando el trabajo de los demás depende de tu puntualidad. Retrasarte con los compromisos contigo mismo (procrastinar) es malo, pero obligar a perder tiempo a los demás es un pecado que, por ejemplo, en el caso de las reuniones, sale demasiado costoso a las organizaciones.

Además, como los recursos (sobre todo las salas de reunión, pero también las personas) son limitados, los retrasos se propagan a lo largo del día encadenando efectos y llegando a impedir celebrar por completo las últimas reuniones de la jornada.

  • Falta de orden.

Una mesa abarrotada de papeles es un síntoma de una baja productividad personal. No digo que sea un síntoma inequívoco, pero… bueno, sí, ¡lo digo! Siempre habrá algún genio o científico loco que se moverá con destreza en su “laboratorio” lleno de probetas y tubos de ensayo. Lo malo, es que todo el mundo, cuanto más caótico peor, se ve a sí mismo en la categoría de genio. Desafortunadamente, no he conocido a ningún genio (más allá del de Aladino, y por referencias).

Ten en cuenta que el desorden te hace perder tiempo muchas veces, mientras que si ordenas una sola vez (o con una cierta periodicidad) perderás más tiempo una vez y lo ganarás el resto de veces. Utiliza la regla del 80/20 para atacar aquel 20% de desórdenes que producen el 80% de tu tiempo perdido.

  • Falta de límites.

Empieza a trabajar en algo y ponte una hora de fin (y cúmplela). Puede parecer que esto se englobaría dentro de la impuntualidad, pero tiene que ver más con cuándo finalizamos una tarea que con cuándo la comenzamos.

Si estamos acostumbrados a “quedarnos un rato más trabajando”, nuestro cerebro asume, ya de salida, que nuestra jornada no tiene ocho horas sino diez y como dice la ley de Parkinsonel trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine”.

Hacer en diez horas lo que puedes hacer ocho es una pérdida de tiempo, concretamente de dos horas 😉

  1. Falta de confianza.

Confianza, sobre todo, en los demás. El lobo solitario ha muerto. Incluso los escritores, imagen paradigmática del trabajo en solitario, trabajan con equipos (desde editores, hasta documentalistas, secretarias, etc.). Curiosamente, para empezar a trabajar en equipo no hace falta ni tener equipo. Trata de atacar las siguientes faltas:

  • Falta de delegación.

Cada cosa que estés haciendo, y puedas no hacerla, es una pérdida de tiempo. Trata de hacer lo que sea imprescindible que hagas tú y delega el resto. No hace falta ser jefe. Dale una vuelta y ya verás cómo encuentras posibilidades de delegar.

Como mal menor y aunque te parezca que no ganas tiempo, delega entre iguales; negocia hacer lo que te gusta a cambio de que otros hagan lo que no te gusta tanto. Te darás cuenta de que, hacer lo que te gusta, te permite estar más enfocado y fluir, lo que a larga se traducirá en hacer las cosas mejor y en menos tiempo.

  • Falta de asertividad.

Toda esa gente que pasa por tu mesa o todas esas tareas de las que te haces cargo y luego no tienes tiempo para hacer “lo tuyo”, deben desaparecer. Aprende a ser asertivo y empieza a decir no, de manera educada. Ofrece alternativas (luego te atiendo, etc.) y educa.

Por supuesto, y en relación con la falta de disciplina, deja de hablar del partido de ayer, de la chica o chico nuevo, del coche de tu cuñado, etc. máxime si tienes algo mejor que hacer (seguro que sí, nadie puede tener una vida tan pobre como para que su cuñado o el futbol sean el eje de su vida).

  1. Falta de planificación.

Hacer planes y ponerlos por escrito es fundamental. Quien dice que planificar o tener un sistema restringe su creatividad (y tonterías similares) sinceramente no tiene ni idea. Los proyectos son parte de la capa de control de cualquier sistema de productividad personal y la planificación es necesaria para conseguir resultados.

Eso sí, un plan está para saltárselo. Casi tan malo es no tener un plan como “morir” aferrado a él. Be water my friend. Sé flexible.

Por otro lado, el hábito de escribir, poner negro sobre blanco cualquier cosa, contribuye a que tu cerebro se enfoque en la actividad sobre la que estás escribiendo y se generen alternativas o de dispare un proceso de reflexión que no ocurre cuando te limites a “darle una vuelta” a algo. No es algo científico, es simplemente mi experiencia.

 

Como decía William Arthur Ward:

“Cuatro pasos para lograr algo: plan útil, preparación adecuada, proceder positivamente y ser persistente”

¿CUÁL ES TU VENTAJA COMPETITIVA?

VENTAJA COMPETITIVA - EXITO PROFESIONALEn la actualidad existe un alto nivel competitivo en la mayoría de sectores. Las empresas compiten con empresas de todo el mundo en un mercado cada vez más globalizado. La mayoría de los mercados se encuentran en plena madurez, con sus ventas estancadas (o en decrecimiento), lo que a la práctica significa que aquellas empresas que quieran crecer deben hacerlo a costa de sus competidoras, es decir, para crecer deben ganarles cuota de mercado (lo que nunca resulta tarea fácil).

En el mercado laboral la situación es muy parecida. Con un alto nivel de paro en la mayoría de profesiones, con una creciente movilidad geográfica por parte de los profesionales y con un exceso de personas competentes en la mayoría de sectores de actividad, la situación es realmente compleja. Competir en este entorno tan feroz, requiere no sólo de buenas competencias profesionales sino también de una correcta estrategia.

Uno de los elementos más importantes de la planificación estratégica de la marca personal es el concepto de ventaja competitiva. Por ventaja competitiva se entiende cuando alguna empresa o profesional tiene alguna característica diferencial sobre sus competidores que le permite conseguir unos rendimientos superiores de forma sostenible en el tiempo. Uno de los aspectos básicos del concepto de ventaja competitiva es el de diferenciación. En un entorno tan competitivo como el actual, resulta fundamental diferenciarse, hacer cosas de forma diferente ya sea a nivel de producto, de servicio, de estrategia de comercialización… Es más importante ser diferente incluso que ser el mejor o el primero.

Además, la ventaja competitiva debe ser única, exclusiva y a ser posible que no sea fácilmente copiable o imitable por tus competidores. También, ha de ser posible de mantenerla a medio y largo plazo. Pese a que todo cambia a una velocidad de vértigo, debe intentarse que la ventaja competitiva te ofrezca elementos diferenciales durante un cierto tiempo. También debe ser claramente superior a la competencia. Para destacar en mercados competitivos, tu ventaja competitiva debe ser sensiblemente superior a tus competidores y también aplicable a diferentes situaciones de mercado.

Hablando con muchas personas (universitarios que se lanzan por primera vez al mercado laboral, alumnos de talleres de personal branding, o profesionales a los que asesoro…), la inmensa mayoría desconocen el concepto de ventaja competitiva. Y no pasa nada porque no conozcan el significado de este concepto. El problema – a mi entender – proviene de que nunca se han planteado cómo van a competir en un mercado tan competitivo y en una situación tan adversa como la actual. Cuándo les pregunto por qué alguien debería contratarles a ellos en lugar de a otros profesionales competidores, la gran mayoría se quedan en blanco. ¿Cómo alguien les va a dar una oportunidad si ni ellos mismo saben qué aportan de diferente, qué pueden hacer mejor que sus competidores? Quizá hace años, cuando la situación económica y competitiva era francamente diferente, las personas podían no preocuparse de definir su ventaja competitiva. En la actualidad, me parece un suicidio profesional.

¿Y tú, ya has pensado cuál será tu ventaja competitiva?

 

¿Cuál es tu ventaja competitiva?, por @xaviroca1

 

Como ser un profesional competitivo y alcanzar el éxito

Los requerimientos actuales en torno al empleado ideal obligan a especializarse, pensar y actuar estratégicamente y estar bien informado.

Para este siglo XXI vemos los mercados más desarrollados y globalizados, al igual que el protagonismo de la tecnología en la moderna evolución industrial. Un profesional recién egresado de los años ochenta tenía el sentido LOCAL; es muy diferente a un profesional que egresa hoy en día… ¿Por qué? simplemente “HOY ERES UN PROFESIONAL DEL MUNDO”. Si realmente quieres tener éxito, esa es la perspectiva a tener en cuenta.

 “Con el paso de los años las exigencias serán mayores, por lo tanto el compromiso del éxito es una lucha constante”

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Veamos las principales cualidades que los profesionales necesitan para conquistar espacios y garantizarse en el mercado el día de hoy:

  1. Formación técnica específica

Ésta continúa siendo la principal y fundamental exigencia. Si el profesional no se siente capaz de ejercer bien su función, difícilmente podrá conseguir un puesto. Una buena formación, cursos adicionales y experiencia en la función, son importantes a la hora de competir por una vacante de trabajo

  1. Visión global

Además de ser bueno en lo que haces, es importante que entiendas cuáles son los impactos de tu labor. Tener una visión global ayuda en la comunicación en general, tanto con los pares como con los superiores y subordinados.

  1. Estar bien informado

Ahora vivimos en la sociedad de la información. Quien está informado siempre saldrá al frente. Nada mejor que hablar con alguien que domina y sabe sobre la labor que ejerce. Debe ser el punto de referencia en la empresa cuando el asunto está relacionado con su campo. Ahora mejor, si también te puedes informar sobre actualidad, economía, ocio, artes, deportes, Internet, negocios, entre otros asuntos. Te conviertes entonces en alguien mucho más abierto y con muchas más posibilidades de interactuar con otros en la compañía. Pero no hay que olvidar: el principal conocimientos que debes tener está relacionado con tu campo de experiencia.

  1. Facilidad con la tecnología

El computador y el Internet son ahora herramientas fundamentales del trabajo y comunicación. Quien se relaciona bien con estas tecnologías y tienen familiaridad con ellas, logra una gran ventaja competitiva.

  1. Internet y redes sociales

Quien navega bien en Internet y utiliza las Redes Sociales de manera correcta sabe cómo todo esto puede ayudar a la hora de informarse, encontrar respuestas y resolver problemas, y de esta misma forma obtiene puntos frente a los demás competidores.

  1. Idiomas (inclusive un buen portugués)

En un mundo cada vez más globalizado, tener conocimiento de otro idioma es muy importante, principalmente el inglés. Quien tiene conocimientos en inglés y español tiene todavía más ventajas.

  1. Educación continua

Talleres, cursos cortos, conferencias y postgrado, entre otros. Siempre habrá algo valorado por las empresas. Pero no debes actuar con el fin de coleccionar sólo los títulos. El conocimiento es muy valioso, por lo que hay que comprometerse y aprovechar las oportunidades de aprender y crecer personal y profesionalmente.

  1. Trabajo voluntario

Tener experiencias como voluntario muestra que es un profesional preocupado, con valores importantes. Acciones como ésta no sólo son bien vistas en el ámbito profesional, sino que reflejan a un ser humano maduro.

  1. Elegancia y cordialidad

Estas cualidades pueden ser mostradas de diferentes maneras -la forma de vestir, su forma de hablar, las actitudes-. Ser elegante y cordial siempre atrae. Estas características ayudan a conquistar y demostrar madurez y simpatía. Todo el mundo quiere estar al lado de gente agradable.

  1. Buenos valores

El carácter y los valores son las más valoradas por los reclutadores. A veces se nace con éstos, otras veces se aprenden en casa, pero también pueden ser cultivadas a través de la percepción y la valoración de estas cualidades. Cualquiera que sea la forma de absorberlos, es importante tener buenos valores. Con ellos te conviertes en no sólo un buen profesional, sino que en un gran ser humano.

SI LOS PLANES SE TUERCEN CÁMBIATE LAS GAFAS, POR @JORDICOLLELL

Rings-e1450290893970El año se acaba y en cuatro días estrenaremos otro, nuevo y reluciente, que llenaremos de buenos deseos. Estamos en época de inventario y resultados para saber lo que nos llevamos del periodo que cerramos y de planificación para poder poner los elementos que nos permitirán dentro de doce meses haber crecido, mejorado y cambiado. Hacer planes y pensar en el futuro nos permite anticipar la visión de lo que esperamos, nos ayuda a poner los medios más adecuados para poder alcanzar nuestros objetivos y es uno de los ejercicios básicos de marca personal porque la marca personal se conjuga en presente y en futuro.

Muchas veces nuestro optimismo nos lleva a vivir el presente en clave de futuro como si ya tuviéramos en nuestras manos lo que esperamos para, de este modo, lanzar un conjuro que nos permita que nuestros planes sean realidad pase lo que pase. Afortunadamente ni nosotros ni nadie tenemos la capacidad de marcar el ritmo de los acontecimientos y por mucho que nos empeñemos las cosas pueden ir de un modo muy distinto al que esperábamos sin que tengamos muchas posibilidades de influir sobre ellas porque se han situado fuera de nuestro control. De nuestra capacidad de redefinir los objetivos y de reconstruir nuestra hoja de ruta dependerá que nos hundamos en la desesperanza o que sigamos avanzando.

Frente a muchas falsas creencias que todavía están lamentablemente vigentes nosotros no somos los responsables de todo lo que nos pueda ocurrir y es falso de que todo dependa de nuestra actitud. Lo que si es cierto que si tenemos claro lo que es importante para nosotros, si tenemos una visión bien trabajada seremos capaces de acabar reconduciendo las situaciones hacia nuestro terreno.

Hace muchos años era directivo de una empresa integrada en un grupo multinacional importante. Habíamos salido de un situación de crisis motivada por una caída de la demanda y por cambios en el entorno que habían desconfigurado la estructura de costes y conseguido realizar los cambios necesarios para volver a la situación de beneficio sostenido cuando, sin avisar, nos anunciaron que estábamos en venta. La nueva situación significaba de entrada o bien la salida del equipo directivo de la empresa porque ya había ofertas de empresas del mismo sector que querían reducir la competencia o volver a pasar los exámenes de rigor para mantener un puesto de trabajo que ya nos habíamos ganado con matrícula de honor. Podíamos hacer varias cosas, lamentarnos por nuestra desgracia, huir abandonando el trabajo bien hecho o pensar en una alternativa que fuera coherente con lo que estábamos persiguiendo y que garantizara la continuidad de la compañía y de las personas que la formaban empezando por nosotros, los directivos.

La alternativa que decidimos tomar fue la menos evidente de entrada: comprar la empresa al grupo multinacional propietario. Significaba tener que buscar de entrada unos fondos de los que no disponíamos y por lo tanto endeudarnos, convencer a nuestras familias que se verían afectadas por la nueva situación y salir de la zona de confort que suponía pasar de un estatus de empleado con una situación de riesgo limitado a asumir al completo la responsabilidad de la gestión y del futuro profesional de las personas que formaban la compañía en el sentido más amplio.

Tuvimos apoyos, sin ellos no hubiéramos podido tirar adelante pero también hubo quien nos intentó poner palos en las ruedas a través de la crítica negativa, el miedo y el desánimo y tuvimos que neutralizar su efecto.

¿Por qué tomamos esta decisión y no otra? ¿Fue producto del azar o por ambición? Simplemente la tomamos porque estaba alineada con nuestra visión personal que era de manera no formalizada ayudar a crecer a las empresas y a las personas para conseguir un mundo mejor. Y la apuesta fue la correcta porque conseguimos lo que nos proponíamos, en tres años éramos la primera empresa del sector y mantuvimos a todas las personas en su puesto y creamos más ocupación.

La gran enseñanza que yo he obtenido de esta experiencia es que frente a una situación en la que se nos tuercen los planes para no quedarse bloqueado y tirar adelante es:

  • Dejar de lado las creencias establecidas y buscar una nueva manera de ver e interpretar la realidad. Todo es reinterpretable si sintoniza con nuestra visión.
  • Ser imaginativo en las soluciones y no centrarse en las evidentes.
  • Salir de la zona de confort y aceptar que sin aceptar un nivel razonable de riesgo es difícil avanzar.
  • Buscar las alianzas que nos fortalezcan y desechar las personas tóxicas que quieran frenarnos.
  • Gestionar nuestra marca personal porque nos proporcionará la toma de consciencia de nuestro foco, de nuestra visión, misión y valores y de nuestras competencias y hacerlo antes de que la necesidad aceche. Recordad lo que digo desde hace mucho tiempo: si nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena , si comenzamos a gestionar nuestra marca cuando estamos con el agua al cuello tendremos doble trabajo y las posibilidades de éxito serán menores.

Que las reflexiones de fin de año os sean propicias, que los buenos propósitos iluminen el camino del año nuevo y si las cosas se tuercen recordad este post.